Una Pequeña Historia para Pasar el Rato

Bella estaba sentada en su cama y jugaba impacientemente con sus dedos esperando la llegada de Edward, como cada noche.

Una parte de ella le decía que sería uno de los momentos más importantes de su vida. Sentía que el final estaba tan cerca que incluso podía sentir su sabor, su aroma.

Bajó la vista unos minutos y cuando la volvió a levantar, él estaba allí, parado frente a ella tan perfecto como siempre.

- Edward, esta noche, llegadas las 12, necesito de toda tu velocidad y tu fuerza.

- Haré lo que sea por ti amor mío.

- Bien. En realidad es por los dos. En sólo 3 horas conoceremos el final de nuestra historia. ¡¿No estás emocionado?!

- Em. Si… Pero tú sabes Bells que nuestro amor es eterno, y nada podrá destruirlo. Así que diga lo que diga un libro, jamás dejaremos de amarnos.

- Edward, ¡es nuestra historia! Y esta noche termina. Tenemos que poder acceder a ella y concluirla. Tenemos que leer y gozar cada página como si fuese la última de nuestras vidas.

- Bueno, en realidad para mí nunca será la última porque viviré eternamente.

- Mmmm… de todos modos, tú sabes que no hay ninguna librería respetable en Forks… Necesitamos ir hasta Port Angeles, mínimamente. ¿Prometes llevarme cuando den las 12 campanadas?

- Lo prometo, querida.

- No puedo esperar. La impaciencia me carcome. Es demasiado tarde para escapar a nuestro destino.

- Mi único destino es amarte, y pase lo que pase en este libro, mi amor será eterno como mi vida misma, porque sin ti nada tiene sentido. – Edward tomó la mano de Bella y con extremo cuidado la besó.